21 de septiembre de 2010

“Exposed”

Qué ves cuando me ves?

Con una cámara infrarroja, el fotógrafo se planta entre los arbustos del parque Chuo de Tokio, en la mitad de la noche. Oscuridad total. Clic, clic, clic. Corre 1979 y, en la vieja Villa Cariño de la capital japonesa, el sonido ambiente delata las hojas que se mueven, los cuerpos que se agitan y los jadeos que se sofocan.

Agh, agh, agh... Ya en la sala de revelado, las instantáneas develan a las parejitas durante el acto sexual furtivo sobre el pasto y a una multitud de hombres mirando a los amantes, intentando tocarlos. O tocándose ellos. En aquel 1979, la obra del fotógrafo Kohei Yoshiyuki se exhibió en la galería Komai, con las salas a oscuras y los visitantes provistos de flashes para espiar las polaroids colgadas de las paredes. Hoy, esas mismas fotos están en un pasillo sin luces de la galería Tate Modern, de Londres, donde se exhibe la maravillosa muestra Exposed: Voyeurism, Surveillance & the Camera (”expuestos: voyeurismo, vigilancia y la cámara”). Nos sentimos fisgones, aun espiando a los que espían: “Para fotografiar a los voyeurs, necesitaba convertirme en uno de ellos”, concede Yoshiyuki, que comparte la muestra con popes de la fotografía, como Henri Cartier-Bresson, Lee Friedlander, Robert Frank, Helmut Newton o Nan Goldin, todos ellos “robando” instantáneas del hombre público o el ilustre desconocido. Del artista Edgar Degas meando en la calle de París (¡en 1900!) o del garoto sudando en Copacabana. Si es cierto que, desde su creación, la cámara fue usada para satisfacer el deseo de mostrar lo que está oculto, las 250 fotos comentan actualidad en esta Londres celebrada como la ciudad más vigilada del planeta (con 13.000 cámaras ocultas), mientras en Buenos Aires se festeja la instalación de módicas 300 camaritas para combatir la “maldita inseguridad”.



Como antepasados de los insensibles paparazzis, fotógrafos profesionales o amateurs comparten las paredes de la Tate y, a veces, ni siquiera: apenas capturas de las cámaras de seguridad, que vigilan al cajero del supermercado o al pasajero del subte. La muestra está dividida en cinco secciones: El fotógrafo inadvertido, Celebridades y el vistazo público, Voyeurismo y deseo, Violencia con testigos y Vigilancia. En este siglo XXI, las cámaras registran silentes todos nuestros movimientos en tierra y, desde el aire, Google Earth aprovecha el satélite para recordarnos que no hay escape del ojo omnipresente.

¿El viejo truco? La memorabilia de todo agente secreto, desde James Bond hasta Maxwell Smart, hace del recontraespionaje un mecanismo moderno de control y, entre las fotos de Exposed, se exhiben camaritas ocultas en zapatos, lapiceras, portafolios. Las ideas de privacidad o propiedad son discutidas: todo lo que hacemos (to-do) puede ser registrado y difundido, aun en la recoleta privacidad de nuestro living. Como souvenir de la muestra, en la tienda del museo te venden la película La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) y, con la referencia cinéfila, el paranoico que vive en cualquier pajarera intuye que una persiana entreabierta será, para el fisgón, una oferta que no podrá rechazar.

Fuente: Suplemento S! de Clarín.

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