



Agh, agh, agh... Ya en la sala de revelado, las instantáneas develan a las parejitas durante el acto sexual furtivo sobre el pasto y a una multitud de hombres mirando a los amantes, intentando tocarlos. O tocándose ellos. En aquel 1979, la obra del fotógrafo Kohei Yoshiyuki se exhibió en la galería Komai, con las salas a oscuras y los visitantes provistos de flashes para espiar las polaroids colgadas de las paredes. Hoy, esas mismas fotos están en un pasillo sin luces de la galería Tate Modern, de Londres, donde se exhibe la maravillosa muestra Exposed: Voyeurism, Surveillance & the Camera (”expuestos: voyeurismo, vigilancia y la cámara”). Nos sentimos fisgones, aun espiando a los que espían: “Para fotografiar a los voyeurs, necesitaba convertirme en uno de ellos”, concede Yoshiyuki, que comparte la muestra con popes de la fotografía, como Henri Cartier-Bresson, Lee Friedlander, Robert Frank, Helmut Newton o Nan Goldin, todos ellos “robando” instantáneas del hombre público o el ilustre desconocido. Del artista Edgar Degas meando en la calle de París (¡en 1900!) o del garoto sudando en Copacabana. Si es cierto que, desde su creación, la cámara fue usada para satisfacer el deseo de mostrar lo que está oculto, las 250 fotos comentan actualidad en esta Londres celebrada como la ciudad más vigilada del planeta (con 13.000 cámaras ocultas), mientras en Buenos Aires se festeja la instalación de módicas 300 camaritas para combatir la “maldita inseguridad”.
Como antepasados de los insensibles paparazzis, fotógrafos profesionales o amateurs comparten las paredes de la Tate y, a veces, ni siquiera: apenas capturas de las cámaras de seguridad, que vigilan al cajero del supermercado o al pasajero del subte. La muestra está dividida en cinco secciones: El fotógrafo inadvertido, Celebridades y el vistazo público, Voyeurismo y deseo, Violencia con testigos y Vigilancia. En este siglo XXI, las cámaras registran silentes todos nuestros movimientos en tierra y, desde el aire, Google Earth aprovecha el satélite para recordarnos que no hay escape del ojo omnipresente.
¿El viejo truco? La memorabilia de todo agente secreto, desde James Bond hasta Maxwell Smart, hace del recontraespionaje un mecanismo moderno de control y, entre las fotos de Exposed, se exhiben camaritas ocultas en zapatos, lapiceras, portafolios. Las ideas de privacidad o propiedad son discutidas: todo lo que hacemos (to-do) puede ser registrado y difundido, aun en la recoleta privacidad de nuestro living. Como souvenir de la muestra, en la tienda del museo te venden la película La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) y, con la referencia cinéfila, el paranoico que vive en cualquier pajarera intuye que una persiana entreabierta será, para el fisgón, una oferta que no podrá rechazar.
Henri Cartier-Bresson
Henri Cartier-Bresson fué concebido, según él mismo, en un hotel de Palermo durante el viaje de novios de sus padres. Nacido en francia el año 1908, sus primeras experiencias con la fotografía empezaron con una cámara Kodak Box Brownie, una de las primeras series de cámaras pensadas para su uso por no-profesionales. Aún así, los orígenes artísticos de Cartier-Bresson se basaron en la pintura, realizando sus estudios de arte y trabajando en París.A los 22 años, y de vuelta a París para recuperarse de una grave afección de fiebres, fué cuando descubrió su pasión por la fotografía, y encontró los inicios en su desarrollo artístico en la toma de fotografías de las calles y sus gentes."Rondaba las calles todo el día, me sentía tenso, listo para disparar". Estaba convencido a capturar la vida en su mismo acto de vivir.
Su primera cámara en esta nueva y reveladora fase de su vida fué una Leica, y desde entonces, nunca más se separaría del formato de 35mm.Desde entonces su carrera profesional emergió gracias a los numerosos viajes que realizó por todo el mundo, que, junto a su creciente experiencia y reputación, le permitieron estar presente y capturar a su estilo instantes tan trascendentes como la segunda guerra mundial, la guerra civil española, la entrada de Mao en Pekín, o la muerte de Ghandi, al tiempo que pudo retratar a personajes tan importantes como Fidel Castro, el Che Guevara o Pablo Picasso.
Aunque llegó a dedicarse durante un tiempo incluso a la industria del cine, su carrera profesional terminó siempre abocándose al fotorreportaje, y llegó el punto en que incluso fundó y presidió Magnum, una agencia fotográfica cooperativa entre Nueva York y París, junto con otros reconocidos fotógrafos como Robert Capa y David Seymour.Cartier-Bresson imprimió en sus fotografías el espíritu comunicador y periodista que inevitablemente terminó marcando su carrera, pero manteniendo su fe en un estilo artístico que desarrolló de forma autodidacta, fruto de una increíble pasión personal por la captura del instante y la comunicación sensitiva más allá de la emulsión fotográfica.Uno puede adorar sus fotografías incluso sin conocer la trascendencia política o social que existe tras la mayoría de su trabajo.
La fotografía es, en un mismo instante, el reconocimiento simultáneo de la significación de un hecho y de la organización rigurosa de las formas percibidas visualmente, que expresan y significan ese hecho.
Cartier-Bresson imprimió en sus fotografías el espíritu comunicador y periodista que inevitablemente terminó marcando su carrera, pero manteniendo su fe en un estilo artístico que desarrolló de forma autodidacta, fruto de una increíble pasión personal por la captura del instante y la comunicación sensitiva más allá de la emulsión fotográfica.Uno puede adorar sus fotografías incluso sin conocer la trascendencia política o social que existe tras la mayoría de su trabajo.
La fotografía es, en un mismo instante, el reconocimiento simultáneo de la significación de un hecho y de la organización rigurosa de las formas percibidas visualmente, que expresan y significan ese hecho...
Fuente: fotopunto